miércoles, 18 de abril de 2018

festival de yule




 Antiguamente, en el idioma nórdico, la palabra yule identificaba la rueda, y con relación a la Rueda del Año, se refería al momento en el que se encuentra más bajo para después empezar a subir; en los idiomas nórdicos y en el escoces, la misma palabra encaja con Navidad, adquiriendo el mismo significado.

En la mitología clásica de estos pueblos, en esta ocasión se recuerda el choque entre Holly King, el Rey Acebo, y Oak King, el Rey Roble: su lucha lleva al poder en la Rueda del Año en dos momentos distintos, en Yule, el solsticio de invierno, el Rey Roble, representación del año nuevo y de la salida del Sol, mata al Rey Acebo, símbolo del año viejo y del Sol en su declive, para poder reinar hasta Litha, el solsticio de verano, donde por el contrario lo matará el Rey Acebo, y le concederá reinar hasta el siguiente solsticio, el de diciembre. Es una lucha que se repite hasta el infinito, lucha eterna entre la luz y las tinieblas, entre el día y la noche, encarnación del dualismo representado por elementos imprescindibles por el Todo único.

Los Reyes son los dos aspectos de un único Dios, que luchan para obtener los favores de la Diosa: el Rey Acebo representa la adaptación más silvestre de Papá Noel, también vestido de rojo, y que lleva ramas de acebo en el pelo despeinado y a menudo representado conduciendo sus ocho renos. El Rey Roble se manifiesta como The Green Man, el Hombre Verde, El Señor de los Bosques, y está considerado como dios de la fecundidad.
En este momento la oscuridad está en su apogeo, la noche está por encima y triunfa sobre el día, la naturaleza está suspendida, quieta en un periodo de descanso, pero lista para un nuevo periodo de renovación y vida. Los espíritus de la tierra y de los bosques están dormidos, descansan apagados esperando el trabajo que volverá con la primavera, cuando su cometido será volver a imprimir fuerza y vigor a los pequeños brotes que nacerán. La Gran Madre, la Diosa, parirá el nuevo Sol, que traerá nueva esperanza y inundará la tierra de renovada luz, llegando hasta el verano, para generar una nueva y fecunda y rica estación de cosechas ricas y prosperas. La más grande fiesta solar, representada con el símbolo del fuego y de la luz, y que trae alegría a las personas, hace nacer la chispa de la esperanza para un nuevo futuro, cargado de prometedoras energías para las estaciones que vendrán, la primavera y el verano, y los buenos tiempos que garantizan prosperidad y sustento para los hombres.
Yule es la fiesta de la Luz, celebración que podemos encontrar en muchas otras culturas donde se da culto al Sol, desde las celebraciones de la antigua Roma del Sol Invictus, hasta en la Grecia clásica donde se conmemoraba la victoria de Kronos en sus luchas contra los Titanes, y también en la tradición cristiana, donde la Navidad es la luz del mundo; la llegada del dios Sol unida a la llegada de Jesús Cristo, luz de la tierra, hace muy cercanas estas divinidades solares, en comunidad entre sí gracias a la grande fuerza de la luz capaz de controlar los ciclos de la naturaleza en la sucesión de las estaciones y de las cosechas.
Es este un delicado momento espiritual, un período de tiempo con significado íntimo y profundo, donde el renacer de la luz nos lleva a mirar nuestro interior, deseando un nuevo crecimiento personal y también del mundo exterior.
Pasado el momento de reposo, que nos ha llevado a la meditación, después de hacer balance a veces complicados por nuestras acciones y suspender toda actividad externa, ahora, con el renovado Sol, ha llegado el tiempo de despertar y abrirse al nuevo mundo que viene, al crecimiento propio y a la conciencia, a la capacidad de generar nuevas oportunidades, materiales y espirituales, en esta nueva luz. Por eso ahora las celebraciones toman un nuevo significado, la fiesta expresa nuevas facetas y ricos matices: el fuego, símbolo de este período, viene representado por las numerosas velas encendidas en las casas y al aire libre por el fuego de las fogatas; se enciende la madera de Navidad- representación del árbol de la vida- un trozo de madera muy grande que arderá en las chimeneas hasta los primeros días de enero, cuya ceniza se esparcirá luego en los campos como garantía por una buena cosecha.
Los árboles, símbolo de suerte para las familias y de fecundidad para el año que viene, se llevan hasta dentro de las casas para así dar la posibilidad a los espíritu de los bosques de disfrutar del calor de las estancias, al abrigo del duro frio invernal; se cuelgan pequeños sonajeros para saber si los espíritus están presentes o no, y trozos de comida, para que ellos puedan comer en este período.
Árboles frutales y de hojas perennes viene embellecidos y adornados, respetados por que representan la continuidad de la vida a pesar de la oscuridad y el frio invierno.
Se arreglan cestas y guirnaldas, representación de la Rueda que gira constantemente sin fin indicando la misma esencia de la vida, compuestas por frutas y hojas: las naranjas y las manzanas símbolos del sol, las pequeñas ramas la inmortalidad, el muérdago, el acebo y la hiedra decoran el interior y el exterior de las casas.










Lak´es a la kim

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